Cinco imprescindibles para una Crianza Respetuosa
- gabyveghazi
- 13 sept 2024
- 7 Min. de lectura

Es difícil llevar adelante una Crianza Respetuosa cuando la mayoría de las personas que hoy nos encontramos criando, pertenecemos a una generación en la cual el respeto estaba dado por la edad o la jerarquía.
Nos toca desaprender lo aprendido en nuestra niñez para aprender una nueva forma de criar.
Cuando éramos niños, papá y mamá siempre tenían razón. Debíamos terminar todo el plato de comida y besar a prácticamente cada adulto que lo pidiera.
Las necesidades, posibilidades y gustos de los peques, generalmente eran decididas por los adultos a cargo.
Con esto no quiero decir que nuestros padres fueron malos padres. Ellos hicieron lo que creyeron mejor, con la información que tuvieron disponible.
Hoy contamos con muchas más herramientas de autoconocimientos. Podemos diferenciar nuestras necesidades y posibilidades de las de los peques.
Poco a poco vamos corriendo la mirada adultocentrista y cada vez más, comprendemos que los peques son seres independientes, con necesidades y posibilidades diferentes a las nuestras.
Entonces, hablemos de cómo construir una crianza respetuosa y sus cinco imprescindibles:
Respeto
Parece una obviedad, pero lamentablemente no lo es.
El respeto se construye día a día. Respetandonos, respetando a nuestro entorno y por supuesto, respetando a los peques.
Comencemos por el primero y hoy en día más invisibilizado:
Respeto por la mamá
Aquí hay varios puntos para tener en cuenta. Pero recuerda, la primera que se debe respetar, eres tú.
¿Cuándo fue la última vez que te diste una ducha caliente (con la puerta cerrada y sin estar pendiente de tu peque) ¿Cuándo fue la última vez que comiste sentada en una silla, utilizando las dos manos y una comida caliente? ¿Cuándo fue la última vez que saliste con amigas, hiciste deporte o te dedicaste tiempo para ti?
El respeto se aprende por imitación desde que somos pequeños.
Respetarse a uno mismo en el primer eslabón de esta cadena. Nuestro tiempo, nuestras posibilidades y nuestras necesidades.
Respetar nuestros propios límites, hacer oídos sordos a las opiniones no pedidas, tomarnos el tiempo que necesitamos. Aprender a pedir ayuda.
Vivir la vida, disfrutar de los pequeños placer y dejarnos acompañar y sostener.
Hasta la Mujer Maravilla tiene a los Super Amigos que la acompañan y sostienen.
Conectar con nosotras mismas y nuestra emocionalidad. Reconocer cuando necesitamos parar y delegar.
La casa no va a estar siempre impecable. Los juguetes no van a estar siempre ordenados y la comida no va a ser siempre casera.
No tienes que hacer todo perfecto y mucho menos sola. Todas tenemos días mejores y días peores.
Si estás cocriando, apóyate en tu compañero/a. Si estás sola en el camino de la crianza, busca una tribu que te contenga y acompañe.
2. Respeto por los peques
Aquí voy a hacer una división entre necesidades fisiológicas y necesidades psicológicas o emocionales.
Las primeras no nos generan dudas.
Los niños necesitan que les cubramos sus necesidades básicas de alimentación, sueño, abrigo, salud y educación.
Con las segundas, las necesidades psicológicas y emocionales, nos cuesta un poco más llegar a acuerdos de entendimiento.
Lo primero que debemos hacer, es comprender que no son adultos en miniatura, que sus posibilidades y necesidades son diferentes a las nuestras y esto, es un reto diario.
Aceptar que sus manifestaciones emocionales pueden ser disruptivas desde la mirada del adulto y acompañar cada uno de los procesos, nos pone a prueba a cada instante.
Entender que muchas veces somos nosotros los que les pedimos demasiado, también es un desafío de introspección y una variable a tener cada día más presente.
3. Respeto por la familia que cría y acompaña
Cada familia es un mundo, me decía mi mamá y yo abría bien grande los ojos sin entender de qué estaba hablando (me imaginaba un montón de planetas pequeños flotando por las calles)
Ahora lo comprendo y me duele ver la cantidad de personas opinando en torno a lo que hacen las diferentes familias.
Con los derechos de los niños, niñas y adolescentes como marco, las familias tienen la posibilidad de decidir sobre varios aspectos de la vida de los peques. Y los de afuera no tenemos por qué opinar.
Pobrecito, no le dan caramelos. Mirá cómo lo viste. Tan inflexible con a hora de dormir que no le da tiempo de disfrutar del parque. Le da biberón, todavía le da pecho, lo portea con el tamaño que tiene, lo hace caminar un montón…
Podría continuar hasta el infinito y más allá con la cantidad de opiniones no pedidas que una escucha en los parques, las escuelas infantiles y todos los espacios donde se reúnen familias.
Ser respetuosos y llevar adelante una crianza respetuosa, también es respetar las decisiones de las otras familias, aunque no estemos de acuerdo. Eso también se aprende por imitación desde temprana edad.
Límites
Comencemos por comprender que los límites son amor y cuidado. Son marco y contención.
Para sentirse queridos, mirados y cuidados, los peques necesitan límites.
Por otro lado, debemos comprender que hasta pasada la adolescencia, el cerebro humano no alcanza su máximo desarrollo. Esto quiere decir que los niños, niñas y adolescentes, al no haber completado su madurez psicológica y emocional, aún no están preparados para tomar algunas de las decisiones y mucho menos para hacerse cargo de las consecuencias de las mismas.
No necesitamos ser autoritarios para poner límites. Los debemos construir desde el respeto, el amor y la empatía pero con firmeza y convicción.
Presencia y Disponibilidad
En este punto me gustaría hacer un paréntesis. Ya sabemos que la maternidad es un trabajo a tiempo completo y que siempre estamos para lo que los peques necesitan.
Pero… ¿Siempre estamos?
Estamos muy acostumbradas al multitasking. En general hacemos más de una actividad a la vez. Y a esto le sumamos el uso de las pantallas.
En algunos contextos y situaciones, esta práctica es muy valorada, pero a la hora de estar con los peques, es mejor dejar las distracciones de lado y dedicarles tiempo de calidad.
Esto, de ninguna manera quiere decir que nunca podemos hacer otra cosa. Es más bien todo lo contrario. Ellos no nos necesitan todo el tiempo a su lado.
Pero para enseñarles autonomía y gestión emocional, primero les tenemos que mostrar presencia y disponibilidad. Para luego y con el tiempo poder acompañar desde un rol más retirado.
Dedicarles tiempo en exclusiva y de calidad. No necesitamos el mega plan, ni mucho menos. En general basta con 20 minutos al día donde compartir un juego, un libro o incluso la hora del baño.
Un tiempo libre de pantallas y otras distracciones (preferentemente libre de hermanos también).
Demostrarles desde la actitud, que estamos para lo que ellos puedan necesitar o querer. Desde compartir un rato de juego, cocinar, leer, pintar o conversar sobre lo que ocurrió mientras no estábamos juntos.
Construir intimidad y confianza para que puedan explicarnos cómo se sienten o incluso acudir a nosotras cuando saben que actuaron mal frente a alguna situación o se sintieron incómodos por algo.
Escucha activa
Desde que nacemos (o antes) nos comunicamos con nuestro entorno. Cuando somos bebés, lloramos y gritamos. A medida que crecemos, vamos adquiriendo otras herramientas de comunicación, entre ellas el lenguaje.
Pero como decía mi profesora de Lengua, para que haya comunicación, debe haber un emisor, un mensaje y un receptor.
Si el bebé llora y nadie lo coge en brazos, tarde o temprano va a aprender que de nada sirve llorar y va a dejar de hacerlo.
Esto pasa también con los peques a medida que crecen. Si no escuchamos cuando nos hablan, si no comprendemos y decodificamos las señales cuando todavía no adquirieron el lenguaje, en algún momento van a dejar de intentarlo.
Y no basta con oír. La escucha debe ser activa, a su nivel, mirándolos a los ojos e interesados por lo que nos dicen.
No podemos pretender que los niños y/o adolescentes nos cuenten lo que les pasa o preocupa, si de pequeños nunca los escuchamos o no le dimos importancia a lo que nos decían.
Empatía
El último punto y no por eso menos importante es la empatía. Desde nuestra mirada adultocéntrica, nos cuesta mucho comprender las emociones de los peques, especialmente la tristeza o angustia por cosas que a nosotros nos parece que no tienen importancia.
Habitualmente cuando un peque se cae o se le rompe algo llora. Frente a esta situación, es muy común escuchar a la persona que lo cuida decirle “No paso nada”.
Tenemos un grave problema como sociedad en afrontar las emociones “negativas”. Incluso la de los peques.
Nos molesta ver a un niño llorar y ni hablar cuando el que llora es un adulto. Tenemos muy arraigado en No hay que llorar, los grandes no lloran y demás comentarios poco empáticos.
Solemos medir su tristeza o dolor desde nuestra mirada. Acompañar con empatía cada una de las emociones es una de las tareas más difíciles y desgastantes.
No nos gusta verlos llorar ni sufrir y creemos que diciéndoles no pasa nada, entonces van a dejar de sentirse mal.
Nada más lejos de la realidad… Esta actitud crea confusión y malestar.
Ellos realmente la están pasando mal y no entienden por qué, ya que su persona de confianza les dice que “no pasa nada”.
Quieren creer en lo que les decimos, que no pasa nada. Pero se contrapone con sus emociones.
Es entonces que poco a poco van construyendo una armadura para sentir cada vez menos esas emociones y que así nos agraden más.
Enterrar los sentimientos es una de las peores cosas que les podemos enseñar, además que traicionamos su confianza y probablemente ya no acudan a nosotros cuando lo necesiten.
En resúmen, los cinco imprescindibles para la crianza respetuosa son:
Respeto: Por los peques, las mamás y las personas que crían y acompañan
Límites: Como marco de amor y contención
Presencia y disponibilidad: Tiempo de calidad con cada uno de los peques
Escucha activa: Desde las primeras señales hasta toda la vida
Empatía: Para ponernos en su lugar y volver a mirar con ojos de niño
Si esto te resuena y no sabes como llevarlo a la práctica en el día a día
Estoy del otro lado de la línea, y jnutas podemos diseñar la mejor forma de acompañarte
コメント